Vol. 27 Núm. 290 (2022)
El último bastión del patriarcado
El hecho deportivo debería ser concebido como una confluencia entre una multiplicidad de factores, siendo el biológico uno más. La clasificación dicotómica de los sexos que sirve como guía para justificar la segregación entre hombres y mujeres evidencia enormes limitaciones, incluso en el ámbito médico. La irrupción de los cuerpos transgénero visibiliza la fragilidad de la base misma sobre la que se constituyó el deporte moderno: la escenificación de superioridad de los hombres (todos), sobre las mujeres.
Lo que muestra la realidad es que las normas que aplican a los hombres no son las mismas que a las mujeres, lo cual determina los premios materiales y simbólicos que en cada caso se otorgan. Una mujer que destaca está siempre bajo sospecha, un hombre que supera al resto es notablemente reconocido, y en algunos casos, se vuelve adinerado. Si se elimina la segregación en el deporte entre los sexos todas las personas van a competir afirmando su singularidad, sin ser estigmatizadas ni diferenciadas, con la motivación de poder alcanzar los premios mayores.
El deporte es uno de los últimos ámbitos de la cultura donde todavía sobrevive el sistema patriarcal, apoyado incluso por aquellas mujeres cisgénero que tanto lo critican. La supervivencia de este fenómeno en una práctica de enorme reproducción mediática podría afirmar un modelo normativo que justifique la expulsión y exclusión de personas, en el deporte y también en otros ámbitos. Dejar abierta esta alternativa significa un retroceso en derechos básicos, lo ya está sucediendo en varios países.
Tulio Guterman, Director - Julio de 2022