Vol. 23 Núm. 245 (2018)

Parasailing en Playa Bávaro, Punta Cana, República Dominicana

Hace pocos días finalizaron en Buenos Aires los Juegos Olímpicos de la Juventud. En el contexto de información que circula a cuentagotas, se sabe los gastos fueron bastante mayores de lo previsto.

Ahora bien, ¿vale la pena semejante erogación? ¿Obtener algunas medallas lo justifica? O es como dice Will Smith: Gastamos dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para impresionar a gente a la que no le importamos.

¿Es beneficioso realmente ser sede de grandes eventos deportivos? Las opiniones están divididas. Para algunos, cuando se lanza una candidatura, las multitudes son atraídas por el evento, los sponsors aportan lo suyo para que los gastos sean mínimos y el consumo que se genera justifica tamaña inversión. Otros aducen que las cifras por llegada de visitantes son relativas, los patrocinadores escasean y algunos hasta aprovechan para cobrar por algunos servicios y que los gastos se disparan de manera incontrolable.

Siguiendo esta última tendencia muchos ciudadanos han rechazado la posibilidad de ser sede. Hamburgo, Boston y Toronto le dieron la espalda por los elevados costos. En el referendo de Hamburgo de 2015 los ciudadanos votaron por invertir el dinero en proyectos sociales en lugar de organizar los Juegos Olímpicos.

Antes de cualquier iniciativa de esta naturaleza siempre es conveniente hacerse la pregunta de rigor: ¿Quién y cómo paga la fiesta?

Tulio GutermanDirector - Octubre de 2018

Publicado: 2018-10-29

 

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